sábado, 27 de diciembre de 2014

SOBREVIVIR EN LA FRONTERA

En la frontera: Villamartín y Prado del Rey durante la guerra de la Independencia, 1810-1812 Fernando Romero Romero [1] 1. En la frontera Villamartín y Prado del Rey –entonces denominado Nuevas Poblaciones– estuvieron en una zona fronteriza desde que se produjo la invasión napoleónica de la provincia de Cádiz en febrero de 1810 hasta la evacuación de las tropas imperiales en agosto de 1812. No una frontera administrativa, sino del control militar del territorio y que venía condicionada por su ubicación geográfica: el límite entre la cuenca fluvial del Guadalete y el piedemonte de la sierra norte gaditana [2]. Gabriel H. Lovett, que ha insistido en la importancia de la topografía para el éxito de la guerra de guerrillas, afirma que la actividad de los guerrilleros era más eficaz cuanto más montañosa era su área de operaciones y cita a Charles Oman cuando escribe: «El dominio de Soult, el virrey de Andalucía, se detenía al pie mismo de las montañas, a pesar de que sus dragones mantuvieran el dominio de las llanuras» [3]. Nuestros dos municipios están a ambos lados de esa línea fronteriza que impone la geografía. Villamartín en la llanura de la cuenca fluvial del Guadalete, en la campiña controlada por las tropas francesas del distrito de Arcos. Prado del Rey, en la entrada de la sierra norte gaditana, infestada de «patriotas» o «insurgentes». Estamos en la zona que, en términos militares, se denominó «Línea del Guadalete» [4]. Una frontera en la que continuamente hubo movimientos de tropas, por ambos lados: partidas de guerrilla que bajan al llano para suministrarse o para practicar razias y columnas del ejército imperial que se adentran en la serranía, en persecución de las partidas o para castigar a los pueblos desde donde estas operan. La actuación de los villamartinenses durante los dos años y medio de ocupación estuvo condicionada por la situación fronteriza. El término municipal era regularmente transitado por tropas francesas del distrito de Arcos de la Frontera, pero la carencia de una guarnición estable durante 1810 y 1811 permitió que las partidas de guerrilla y tropas españolas de la sierra acudiesen frecuentemente al pueblo. En esas circunstancias no era posible alinearse abiertamente y sin tapujos con uno u otro de los contendientes, sino que obligaron a practicar un juego de lealtades fingidas y complicidades encubiertas –sin que se pueda trazar el límite entre la contribución libre y la forzada– que pretendía satisfacer las exigencias de unos y otros y, a la vez, contener los abusos de ambos. Se trataba de sobrevivir. Ese juego se practicó desde la primera entrada de los franceses, el 3 de febrero de 1810. Mientras el presbítero Juan María del Río ocultaba en su domicilio a algunos soldados españoles dispersos, el Ayuntamiento proporcionaba a las tropas imperiales cuantos suministros solicitaban [5]. Algunos vecinos se unieron a la guerrilla y formaron la Partida de Villamartín durante los primeros meses de 1810; las autoridades francesas tuvieron conocimiento de que algunos individuos se habían unido «a esas partidas de salteadores» [6], pero el municipio no ofreció resistencia abierta. El franqueo de subsistencias a las partidas de Puerto Serrano, Prado del Rey, El Bosque, Espera, Bornos, Algar, a la propia partida de Villamartín y a la de Fernando Clavijo podían guardarse en secreto o justificarse como contribución forzada [7]. ¿Cómo iban a conocer los franceses que un guerrillero de Grazalema recibía atención sanitaria en la enfermería del convento de San Juan de Dios? [8] Y si no hubo resistencia abierta durante las primeras jornadas de la insurrección en 1810, el conocimiento de los trágicos sucesos de Montellano –cuya resistencia numantina tuvo como resultado que sólo una casa quedase en pie–, Algodonales –asediado y saqueado el 1 y 2 de mayo con el balance fatal de 239 víctimas¬–, Grazalema o El Bosque, alejaron para siempre cualquier tentación de plantar cara al ejército invasor [9]. 2. Suministros a las partidas y las octavas de Prado del Rey Las principales ciudades de Andalucía, excepto Cádiz, fueron ocupadas por los franceses en menos de un mes, pero la resistencia contra la invasión se organizó en zonas montañosas y poco accesibles. Los serranos del entorno de Ronda se agruparon bajo la dirección de varios caudillos, entre quienes destacaron muy pronto Andrés Ortiz de Zárate el Pastor y el jefe de escuadra José Serrano Valdenebro, que rivalizaron por el control de las partidas. Durante el mes de abril de 1810, el Ayuntamiento de Villamartín recibió peticiones de suministros para las partidas enviadas por el primero a Puerto Serrano y Prado del Rey. La Regencia organizó varias expediciones de apoyo a los insurgentes del distrito de Ronda e intentó controlar a las partidas. La primera de esas expediciones la formaban 3.000 hombres que partieron de Cádiz el 17 de junio bajo el mando de mariscal de campo Luis de Lacy y desembarcaron el 19 en Algeciras. Lacy se dirigió a Gaucín, donde se entrevistó con Serrano Valdenebro, y se propusieron reconquistar Ronda. En Ubrique se esperaba la llegada de 2.000 hombres y se ordenó al Ayuntamiento de Villamartín librar cien fanegas de trigo para suministro de la tropa, de las que veintiséis y media fueron remitidas el día 25 y el resto recogidas el 27 por arrieros venidos desde Ubrique. La orden había sido cursada por el alcalde de Ubrique, Francisco Vegazo Rodríguez, quien al recibir las protestas del Ayuntamiento de Villamartín por los abusos a que anteriormente había sido sometido por las partidas respondió: no es mi fin ni pensamiento nunca el dar lugar a hacer tropelías con mis propios hermanos, pues si hubiera admitido las propuestas de algunas partidas se hubiera hecho queriendo y a la fuerza traer el grano que yo les mandaba; pero no ignorando los muchos desatinos que las referidas partidas han causado en esa villa así de grano, como metálico, no he querido condescender con sus proposiciones [10]. Vegazo comunicó al Ayuntamiento de Villamartín que Ronda debía haber sido atacada la noche del 25 al 26, para cuya operación se habían aproximado la ciudad todas las tropas y partidas de patriotas residentes en Ubrique, y que le tendría al corriente del resultado de la ofensiva. El ataque sobre Ronda no llegó a realizarse. Lacy y Valdenebro se presentaron ante la ciudad, pero la encontraron tan fuertemente guarnecida que renunciaron a atacarla y retrocedieron a Gaucín. También fracasaron en el intento de militarizar a las partidas, pues los partidarios de Ortiz de Zárate no reconocieron las autoridad del Valdenebro, que en agosto fue nombrado comandante de las tropas de la serranía por la Regencia, y el intento de expurgar las partidas de contrabandistas y malhechores no hizo sino aumentar la disensión que ya existía entre aquéllas [11]. El 7 de julio se abrió un largo paréntesis de silencio en el que no encontramos correspondencia de los comandantes españoles con el Ayuntamiento de Villamartín. La ofensiva francesa sobre la serranía había interrumpido temporalmente las comunicaciones. Las partidas campearon a sus anchas por la comarca, desoyendo toda autoridad, durante el verano de 1810. Todo esto coincidió con la tentativa de establecer en Villamartín una Milicia Cívica, cuya misión era coadyuvar al ejército de ocupación francés en la conservación del orden. El Ayuntamiento alegó a las autoridades bonapartistas que carecía de recursos humanos y materiales para formarla, más el temor a las represalias que pudiesen tomar los insurgentes. Uno de aquellos escritos decía que los serranos estaban «en observación del establecimiento de la milicia para que luego que tenga efecto venir como lo han proferido repetidas veces y quemar el pueblo, sus haciendas de campo y labores, llevarse sus ganados y pasar por las armas a cuantos vecinos de esta villa encuentren en su término y poblado». No es posible discernir si las amenazas eran reales o una ficción del Ayuntamiento, pero el resultado de sus incesantes alegaciones fue que Villamartín quedó exento de formar la Milicia Cívica, sumándose así a los numerosos fracasos que supuso la tentativa de establecerlas en la prefectura de Xerez [12]. Gabriel H. Lovett ha indicado que algunas poblaciones fueron sometidas a abusivas demandas de provisiones y dinero: «Existieron indudablemente guerrilleros desaprensivos que expoliaron a sus paisanos casi tanto como a su enemigo. E incluso los guerrilleros más honestos se comportaron con poco tino en los momentos de allegar alimento y pertrechos en ciudades y aldeas»[13]. Parece que las continuas y abusivas demandas de suministros generaron una fuerte tensión en la relación de los villamartinenses con la guerrilla durante el verano y otoño de 1810. En agosto el Ayuntamiento se refería a esos suministros como «extraordinarios y secretos gastos que a cada instante se originan sin poder absolutamente dejar de hacerse efectivos por evitar consecuencias inevitables de otro modo» [14]. La correspondencia del Ayuntamiento villamartinense con los jefes militares de la sierra se reanudó en octubre. El día 8 el comandante de Ubrique, Gregorio Fernández, ordenó el envío urgente de grano para las numerosas tropas de El Bosque, pues los enemigos «incendiaron este pueblo e inutilizaron el grano destinado para la manutención de hombres y caballos». Los villamartinenses se resistieron a librar el pedido, pero donaron las «octavas», un tributo en grano que adeudaban desde 1809 los colonos de Prado del Rey [15]. El producto debido por los colonos superaba las cantidades necesarias para abastecimiento de la tropa, pero la oferta no solucionaba las dificultades del comandante Fernández: la exacción requería tiempo y la necesidad de suministros era muy urgente, motivo por el que amenazó con apremios militares si el libramiento no era inmediato. La proximidad de los franceses puso al pueblo en grave aprieto y cabía esperar todo género de represalias si se descubría la colaboración con los insurgentes, pues se habían prescrito disposiciones que imponían sanciones económicas a los pueblos que socorriesen o se dejasen robar por las partidas y que responsabilizaban a las justicias de prender a los sediciosos. El comandante de Ubrique aceptó ejecutar la operación con sigilo para no despertar suspicacias: las provisiones se conducirían disimuladamente hasta Prado del Rey, donde serían recogidas por guerrilleros de El Bosque. El Ayuntamiento se puso en comunicación con José Serrano Valdenebro, que había regresado de Cádiz tras un período de convalecencia y otra vez acaudillaba a los serranos. Se remitió al cuartel general de Gaucín un oficio que exponía los daños que la acción de la guerrilla ocasionaba al vecindario y solicitaba que se diese fin a los abusos que cometían las partidas. El comandante de Ubrique insistió el 3 de noviembre en la urgencia de la remisión, pero a partir del día 6 se mantuvo correspondencia directamente con el capitán Lázaro Sierra, comandante de las tropas de El Bosque, que pidió cien fanegas de trigo, algunas reses y ocho o diez carretadas de paja. Las carretas debían enviarse al cortijo de José Topete, donde serían recogidas por una partida suya y desde allí trasladadas a El Bosque. Mientras auxiliaban a las tropas de la serranía, los villamartinenses no dejaron pasar la oportunidad de reafirmar su patriotismo ante José Serrano Valdenebro. El 22 de noviembre enviaron al cuartel general de Gaucín un oficio que dejaba constancia de su contribución al sostenimiento del ejército y solicitaba que, habiéndose agotado los fondos públicos, se admitiesen las octavas de Prado del Rey para completar los últimos pedidos del comandante Gregorio Fernández; de este modo se quería dar utilidad –otra vez– a unos débitos cuya cobranza resultaba problemática. El general aceptó la oferta y la exacción se practicó durante los meses de diciembre y enero. Un comisionado del Ayuntamiento se personó en Prado del Rey con una relación de deudores y Lázaro Sierra se hizo cargo de la recaudación, resultando cantidades que desbordaban las expectativas de Serrano Valdenebro: 1.052 fanegas de trigo y 623 de cebada cuyo recibo se entregó a las autoridades de Villamartín y valieron las felicitaciones del general: Nunca creí que hubiera sido en una suma tan considerable, para cuya recolección por los medios suaves que yo me había propuesto, tenía por necesario algunos meses más y así es que en su pronta exacción y ningún estrépito ni perjuicios a los deudores, conozco el grande pulso y prudente sagacidad de su manejo que al paso que ha evitado todo comprometimiento funesto de ambos pueblos con los enemigos, ha prestado un auxilio a nuestras tropas con el que se ha remediado en mucha parte el grande apuro en que me hallaba por faltarme los dos principales ramos de subsistencia para hombres y caballos [16]. 3. Ofensivas de Begines y Ballesteros en 1811 Las incursiones de partidas en el término municipal continuaron durante todo 1811. El 24 de enero de ese año resultó totalmente destruida la hacienda El Rosalejo, propiedad del marqués de las Amarillas, donde se había refugiado un numeroso grupo de guerrilleros, entre ellos algunos de las partidas de Palmetón y Fernando Clavijo. El parte del coronel francés Bonnemain decía que los guerrilleros respondieron a balazos cuando fueron intimados para que se entregasen y que «habiendo perdido algunos hombres, no debía ni guardar más contemplaciones, ni tomar más medidas que la de embestir la casa a la bayoneta: que todo fue destrozado, y tal la rabia de los perversos, que algunos a los que se propuso el entregarse, pelearon hasta morir». El coronel francés afirmaba que entre sus hombres hubo pocas bajas, a pesar de las grandes dificultades que ofrecía la toma de El Rosalejo, y que debía «valuarse la pérdida del enemigo en 70 hombres». El marqués de la Amarillas, Pedro Agustín Girón, escribió años más tarde en sus memorias que la hacienda había sido refugio habitual de los guerrilleros de la Sierra de Ronda –que a su juicio bajaban más bien a robar que a hostilizar a los franceses– hasta que el coronel francés se cansó de aquel juego y organizó «una expedición para atacar la casa y quemarla, [...] pereciendo dentro de ella porción de guerrilleros y todos los criados de la Hacienda, menos el capataz que por un acaso no se encontraba en ella»[17]. El tránsito de partidas armadas por el término de Villamartín fue casi diario desde la segunda quincena de febrero de 1811 y el 21 de marzo se produjo un encuentro que ha sido citado entre las acciones de guerra meritorias del 2º Regimiento de Dragones. Ochenta dragones bajo las órdenes del coronel Pierre Ismert se lanzaron sobre una partida de trescientos jinetes enemigos a la que causaron treinta muertos [18]. Durante los últimos días de mayo y primeros de junio, la comarca fue escenario de operaciones de la 1ª División del 4º Ejército, que actuaba en la serranía bajo el mando del general Antonio Begines de los Ríos. El 28 de mayo el general anunció su presencia a las autoridades de Villamartín desde Prado del Rey mediante una carta que ordenaba proporcionarle tantas raciones como fuera posible de pan, carne y menestra, así como todos los caudales existentes pertenecientes a la Real Hacienda, propios y arbitrios. El día siguiente, desde Bornos, avisó para que estuviesen preparadas tres mil raciones de pan y otros auxilios cuando esa noche llegase con sus tropas. Pernoctó en Villamartín, se embolsó 15.000 reales y el 30 marchó hacia Algar después de publicar un bando que ordenaba la reincorporación a filas de todos los dispersos refugiados en el pueblo. Desde Algar pidió 600 raciones para la tropa que pasaría el día 31 a Villamartín. Los villamartinenses continuaron abasteciendo a las tropas españolas, pero su presencia en la comarca era transitoria y era necesario conservar la buena armonía con los coroneles de caballería de Arcos. El comandante francés de Arcos escribió el 2 de junio al corregidor de Villamartín: Doy a Vd. infinitas gracias por su afecto y celo por el servicio del Ejército Imperial. Instruiré al Exmo. Sr. Duque de Bellune de sus buenos servicios. Agradeceré a Vd. infinito me envíe con la mayor frecuencia las noticias que tenga sobre el enemigo, su número y dirección: creo que dentro de unos días estarán Vds. libres de su presencia. Las tropas españolas continuaron rondando Villamartín durante los días siguientes y el 5 de junio Begines ordenó que se suministrasen todos los auxilios necesarios al capitán Manuel Madera, comandante de escuadrón de Caballería de La Romana, y al teniente coronel Antonio García de Veas, que estaba al mando de varias partidas que intervinieron en la derrota francesa conocida como «Sorpresa de la Dehesa de Gaena», cerca de Zaframagón. Dos días después era el coronel francés Ismert quien, desde Arcos, solicitaba la colaboración de la Junta municipal con el ejército imperial: Una columna de Infantería y Caballería que ha salido hoy de Medina con dirección al Bosque y de allí a la Población del Rey como es muy factible que esta tropa no hallando víveres en estos dos lugares, se verá forzada a ir a Villa Martín, será conveniente que tengan ustedes provisión de víveres para el caso de que vayan a buscarlos o que pasen por ese pueblo, hagan Vds. sus disposiciones sin ruido a fin de que el enemigo no entienda ni tome conocimiento del movimiento de esta tropa. El día 8 avisó Begines desde Prado del Rey que al amanecer del siguiente pasaría un destacamento de caballería para recoger 3.000 raciones de pan y carne. Y ese mismo día se recibió también un comunicado del coronel Ismert, que amenazaba retirar su protección si en plazo de veinticuatro horas no se abonaba el importe de once yeguas que Villamartín debía suministrar para la remonta del 2º Regimiento de Dragones Imperiales. Un jinete cabalgó a Arcos al amparo de la noche, sin despertar sospechas entre las tropas españolas, y abonó al coronel el importe de las yeguas más una gratificación de 400 reales que garantizaría el padrinazgo del francés [19]. Todo eso formaba parte del difícil juego de supervivencia impuesto por la ubicación fronteriza entre la campiña y la sierra. A mediados de junio de 1811 fue nombrado comandante general del Campo de Gibraltar y de la Serranía de Ronda el general Francisco Ballesteros, que a finales de agosto partió de Cádiz con un cuerpo expedicionario y operó en la serranía durante el otoño, provocando importantes movimientos de tropas francesas en las provincias del Sur. A finales de septiembre las columnas de Rignoux y Godinot se internaron en la serranía por Prado del Rey y se dirigieron a Ubrique y Jimena, pero fracasaron ante Ballesteros y tuvieron que retroceder a la línea del Guadalete. La división de Godinot estuvo acantonada durante la primera decena de octubre en Bornos y Villamartín –en esta última localidad estaban situados el día 1 los regimientos 16º de Infantería Ligera y el 4º de Polacos [20]- hasta que el 10 entraron de nuevo por Prado del Rey hacia el Campo de Gibraltar. Las columnas francesas no consiguieron reducir a Ballesteros, que continuó campeando por tierras gaditanas y el 4 de noviembre concentró parte de sus tropas en Prado del Rey. La madrugada del día 5 cayó por sorpresa sobre Bornos, donde se encontraba el general francés Semelé, que tuvo que retirarse mientras sus fuerzas eran dispersadas y los españoles tomaban un centenar de prisioneros. Ballesteros dio instrucciones para que se incorporasen a su ejército todos los dispersos que hubiese en Villamartín y se alistasen todos los hombres en edad militar –solteros de 16 a 40 años–. Amenazó con juzgar en consejo de guerra a las autoridades locales si la orden no se cumplía inmediatamente y el día 9 se presentaron en Prado del Rey, donde se había establecido el cuartel general, setenta y tres alistados, de quienes cinco fueron devueltos por inútiles. Durante los días siguientes se sumaron a ellos seis mozos enviados en una segunda remesa y tres villamartinenses que se unieron a ellos en Ubrique. De Villamartín salieron además cuatro dispersos con salvoconducto para presentarse al general. Los hombres reclutados por Ballesteros marcharon de Prado del Rey a Ubrique y desde allí hacia Castellar de la Frontera y Algeciras [21]. Los franceses no tardaron en recuperarse del descalabro de Bornos. La columnas imperiales se pusieron en movimiento desde varios puntos, mientras las tropas de Ballesteros se replegaban sobre la sierra. El 5º de Cazadores a Caballo, del coronel Bonnemain, desalojó el día 11 una partida española de Bornos y la persiguió hasta Villamartín. Semelé concentró dos brigadas el día 13 en Morón y alcanzó Montellano, mientras los cazadores a caballo de Bonnemain y los lanceros del Vístula avanzaban más allá de Villamartín y se adentraban en la sierra. Semelé entró en Villamartín el 16 de noviembre con los regimientos 6º, 10º, 12º, 20º y 51º de Infantería, el 2º de Dragones y el 5º de Cazadores y durante tres días se alojó en el pueblo con su Estado Mayor. 4. La fortificación de Villamartín y el ataque a Prado del Rey Se desconoce con certeza desde cuándo dispuso Villamartín de una guarnición francesa estable. Una investigación reciente indica que en la primavera de 1811 se iniciaron trabajos fortificación que fueron abandonados tras la «Sorpresa de la Dehesa de Gaena» y que la presencia francesa en Villamartín era un hecho en los meses centrales de ese año [22], pero las unidades que se han señalado como destinadas a la localidad parecen ser fuerzas desplegadas o destacadas temporalmente en el marco de las operaciones sobre la serranía entre septiembre y noviembre y, por otra parte, la villa estaba desguarnecida cuando Ballesteros atacó Bornos en noviembre. En cualquier caso, es en enero de 1812 cuando se consolida la presencia militar francesa en la villa. Para frenar de una vez por todas las continuas incursiones de partidas y tropas españolas desde la serranía, con el riesgo de dificultar las comunicaciones entre Sevilla y las tropas sitiadoras de Cádiz, el mariscal Jean de Dieu Soult, duque de Dalmacia, trató de asegurar la línea del Guadalete. Toreno indica que se fortificó especialmente Bornos, a donde fue enviado el general Nicolas François Conroux, barón de Pepinville, con una división de 4.500 hombres [23], pero también se hicieron obras de fortificación en Villamartín. La división de Conroux llegó a Villamartín el 22 de enero y permaneció en el pueblo hasta el 7 de marzo. El 28 de enero comenzaron las obras de fortificación del «castillo de la villa», que una carta del cura describe como un «fuerte terrible» ubicado en el lugar conocido como El Calvario –la altura de Torrevieja–, protegido por fosos y en cuyo recinto quedó integrado el edificio de la parroquia [24]. Soult, que visitó la obra el 17 de febrero durante su desplazamiento de Sevilla a la bahía gaditana, escribió al mariscal Berthier que la división de Conroux había trabajado prodigiosamente y que el fuerte estaría terminado en pocos días [25]. Según la documentación municipal, en las obras trabajaron ininterrumpidamente durante varios meses seis oficiales de albañil, de quince a veinticinco peones y cuatro carpinteros, más los operarios militares; diariamente se emplearon más de un centenar de bestias para el transporte y acarreo de materiales de construcción. Las obras causaron grandes daños al casco urbano. Se adquirieron siete mil quinientas tejas, doscientos quince cahíces de cal de Morón y ciento veinte fanegas de yeso, pero el grueso del material de construcción se obtuvo de la demolición de edificios: diversos documentos de 1812 indican que cinco calles enteras fueron demolidas. El 17 de junio se dispuso además el cerramiento del casco urbano y el control de los accesos: fueron tapiadas las salidas de las calles y las puertas traseras de las casas que daban al campo. El casco urbano se convirtió así en un recinto cerrado al que sólo se podía acceder por tres puertas ubicadas en la plaza, calle Veracruz y entrada de Bornos. La guarnición controlaba la entrada y salida de personas y el pueblo era celado de noche por rondas de soldados y paisanos de las que formaba parte un delegado de la Junta municipal [26]. Los franceses ejercieron así un control absoluto sobre la población, que se prolongó hasta que a finales de agosto se produjo la evacuación general de las tropas que ocupaban Andalucía. El acantonamiento del destacamento francés impidió que se continuase facilitando suministros a las partidas y tropas españolas del 4º Ejército con la impunidad que se hizo durante los dos años anteriores. Estas continuaron acechando el llano desde las posiciones que dominaban en la serranía, pero siempre rehuyendo la confrontación en campo abierto. A finales de enero Ballesteros tramó un ataque a Villamartín –según Soult, con el propósito de interrumpir las obras del fuerte– y simuló una ofensiva sobre Ronda para distraer a las tropas de Conroux. Este salió de Villamartín hacia Ronda, pero descubrió la maniobra, volvió atrás y, tomando la iniciativa, avanzó sobre Prado del Rey la madrugada del 1 de febrero con 2.000 infantes y 150 caballos. Fue un ataque «brusco y general», que arrolló todos los puestos avanzados de las fuerzas españolas y permitió tomar Prado del Rey en pocos minutos, pero al amanecer hubo un fuerte contraataque que los hizo perder el pueblo con la misma rapidez que lo habían tomado [27]. En su correspondencia con Berthier, Soult presenta la acción como una victoria francesa que obligó a Ballesteros a descartar el objetivo de Villamartín [28]. Las fuerzas españolas atacarían de nuevo la línea del Guadalete el 1 de junio, cayendo sobre Bornos, donde estaba acuartelada la división de Conroux, pero una carga de la caballería francesa las obligó a replegarse, perdiendo en la retirada 1.500 hombres, muchos de ellos extraviados [29]. 5. Una economía esquilmada por la guerra Jean-René Aymes ha indicado que «la población de las zonas dominadas por los franceses y, sin embargo, recorridas por los insurrectos es la más castigada» [30]. No hay constancia de que Villamartín, pese a ese carácter fronterizo y continuo tránsito de partidas y tropas españolas, fuese objeto de represalias por parte del ejército imperial. Pero no fueron necesarios saqueos ni sanciones financieras para esquilmar la economía local. Los insurrectos causaron importantes desembolsos a cuenta de suministros [31], pero mayores fueron los gastos para sostenimiento del ejército de ocupación francés. La administración bonapartista introdujo diversas reformas fiscales relacionadas con la economía de guerra, creando nuevas figuras contributivas como los gastos de mesa de oficiales y las contribuciones para sostenimiento del ejército y la marina [32]. La contribución para sostenimiento del ejército se solicitó inicialmente en especie, pero en noviembre de 1810 se sustituyó el sistema de requisas por una contribución mensual en metálico que para Villamartín ascendió progresivamente de 75.000 reales en enero de 1811 a 80.852 en febrero de 1812. En marzo de 1811 se impuso la contribución para sostenimiento de la marina, equivalente al 10% de la primera. Además de las contribuciones quincenales o mensuales, la municipalidad hubo de hacer frente a los gastos de remonta, bagajes para el ejército, suministros y raciones a tropas transeúntes y –en 1812– gastos de fortificación de la villa y mantenimiento de la guarnición. Los suministros al ejército debían ser reintegrados, pero en la práctica se convirtieron en un gasto añadido, pues la administración civil y militar pusieron continuas trabas a la liquidación y, por otra parte, las tropas francesas no dieron recibo de todos los suministros que se les franquearon; entre septiembre de 1810 y noviembre de 1811 no se dieron justificantes de provisiones cuyo valor ascendía a 333.266 reales y 20 maravedís [33]. La corporación municipal dilató cuanto pudo el cumplimiento de las órdenes de pago en metálico y la libranza de suministros, pero las amenazas de apremios militares impidieron eludirlas. Así ocurrió en abril de 1811, cuando se ordenó conducir a Arcos de la Frontera a los seis vecinos más acaudalados, que serían retenidos en calidad de rehenes hasta tanto fuese liquidada toda la deuda pendiente con la tesorería [34]. Y valga de ejemplo lo sucedido en la primavera de 1812: al demorarse el suministro de 10.000 libras de carne para abastecimiento de la división de Conroux, que estaba acantonada en Bornos, el comisario de Guerra en persona salió a dar una batida y se incautó de un rebaño de ovejas [35]. Entre los cuantiosos gastos se incluyen gratificaciones dadas a oficiales del ejército imperial para que no entregasen el pueblo a la rapiña de la soldadesca; en una cuenta de gastos habidos entre abril de 1810 y febrero de 1811 constan 12.247,17 reales «dados a los señores oficiales franceses en las respectivas ocasiones que han venido a esta villa con sus destacamentos del 5º de Cazadores a caballo, nº 21 y 12 de Infantería por vía de gratificación para alivio del pueblo»[36]. En mayo de 1812 la corporación municipal calculaba en 3.703.902 de reales los gastos ocasionados por la ocupación francesa y la guerra. Esa cifra incluía las provisiones para las tropas –incluidas las que se llevó Ballesteros¬–, gastos de mesa, remonta, bagajes, fortificaciones, etcétera. Hay que sumarle otros 1.758.167 reales en que se estiman los perjuicios causados al vecindario hasta julio de 1811, [37] más medio millón en que se calculan a la baja los nuevos gastos ocasionados hasta agosto. La suma resultante es una cifra cercana a los seis millones de reales, sin contar los daños causados por las obras del fuerte. Cuando las tropas francesas se retiraron de Villamartín en agosto de 1812 dejaron a sus espaldas un paisaje desolador. Numerosos edificios habían sido demolidos para la construcción del fuerte; la extensión de tierra sembrada había quedado reducida a la mitad y la escasez de grano cuadruplicó el precio del pan [38]; la cabaña ganadera había disminuido notablemente, por ser requisadas unas especies para servicio del ejército y otras para suministro de las tropas; la carestía y el hacinamiento de la población en las casas que quedaron habitables provocaron un tremendo aumento de la mortalidad, que en 1812 dobló los niveles de 1808, 1810 y 1811. Las defunciones superaron en un 150% a los nacimientos [39]. 6. La liberación La ofensiva anglohispana contra el ejército francés de Portugal en junio de 1812 y la victoria de Arapiles obligaron a replegar las tropas francesas de Andalucía. El cerco de Cádiz se levantó la noche del 24 de agosto, doce días después de la entrada de Wellington en Madrid, y el ejército de Soult se dirigió a Valencia, donde debía unirse a los del rey José I y del mariscal Suchet. Las guarniciones francesas de los pueblos de la Sierra de Cádiz se retiraron el 25. A las 9 de la noche evacuaron la ciudad de Arcos y su castillo, dejando muchos pertrechos de guerra y abundantes provisiones, y en seguida salieron de Bornos. El día 26 el brigadier Felipe Montes envió desde Prado del Rey el parte que daba cuenta de la retirada al Estado Mayor: En la noche del 25 evacuaron los enemigos toda la línea del Guadalete, Ronda, y los puntos de Olvera, Zahara y Teba; volaron las fortificaciones, clavaron la artillería, e inutilizaron las municiones: seguidamente ocuparon nuestras tropas a Ronda y Villamartín. Retirados los franceses y con ellos la frontera, las autoridades de Villamartín se apresuró a comunicar a la Regencia que la reconocía como su gran liberador y que todos los habitantes del municipio estaban «lo más proporcionados para obedecer sus preceptos, como hasta aquí, en nombre de nuestro católico monarca el señor don Fernando Séptimo, derramar su sangre y sacrificar sus personas y propiedades por defensa de sus legítimos derechos hasta que se extermine y borre del libro de los vivientes el usurpador general de la Europa»[40]. Pero no nos dejemos seducir por las palabras. La corporación municipal que pronunciaba aquellas expresiones de acendrado patriotismo estaba constituida por una docena de juramentados que habían accedido a los cargos públicos declarando su lealtad y fidelidad a José Bonaparte. Y la corporación que regía el municipio dos años antes se había permitido afirmar ante las autoridades afrancesadas que Villamartín era «un pueblo lo más sumiso y obediente a S[u]. M[ajestad]. C[atólica]. el Señor Don José Primero, sin que las tropas imperiales hayan tenido la menor desazón con sus habitantes, ni que en su término hayan experimentado la menor desgracia»[41]. Al sopesarse la conducta seguida durante la invasión, ahora, sin la presencia francesa, las autoridades locales cargaron las tintas –ya no podía ser de otro modo– en el auxilio prestado a los ejércitos nacionales en medio de las bayonetas enemigas. El 6 de septiembre se juró la Constitución en la iglesia de San Francisco y la Junta municipal dispuso que durante tres días se celebrasen cultos solemnes, repiques, salvas, iluminación general, corridas de toros y otros festejos «para acabar de enjugar las lágrimas y gemidos con que nos ha oprimido el tirano de la Europa»[42]. 7. ¿Y Prado del Rey? Villamartín no fue escenario de grandes batallas ni ofreció resistencia abierta al invasor francés. Sus habitantes no protagonizaron gestas heroicas. Solo trataron de sobrevivir, fingiendo lealtades y satisfaciendo las exigencias de todos, pero sin poder evitar las tremendas secuelas de dos años y medio de ocupación por un ejército extranjero que no fue capaz de aplastar la resistencia en la sierra. Prado del Rey estuvo menos expuesto a la presencia francesa. En 1810 tuvo una partida de guerrilla, diecinueve jinetes bajo el mando de Juan Becerra [43] Quizás los mismos que acudieron a Villamartín en busca de suministros y que, dirigidos por el subdelegado de rentas, Francisco Gutiérrez de Piñeres, causaron varias bajas a los franceses cerca de El Bosque. También hemos visto que Prado del Rey fue frecuentemente utilizado como base avanzada de las fuerzas españolas que se disponían a operar en el campiña, pero no era una plaza inaccesible. Al contrario, su proximidad al llano permitía acceder con cierta facilidad y era la primera localidad por la que transitaban las columnas napoleónicas que se adentraban en la serranía y, desde esta comarca, avanzaban hacia el Campo de Gibraltar. Al otro lado de la línea del Guadalete, estaba menos expuesto que Villamartín a las tropas invasoras, pero no dejaba de ser una tierra fronteriza. El subdelegado de rentas de Prado del Rey, Francisco Gutiérrez de Piñeres, también tuvo que entrar, como las autoridades de Villamartín, en ese ambiguo juego de lealtades fingidas. Lo cuenta Federico Benítez en un artículo publicado en 1922 en el Boletín de la Sociedad La Cultura. Según su relato, después de aquella batida en la que varios franceses perdieron la vida cerca de El Bosque, el mariscal Victor, duque de Bellune, envió una división con el propósito de incendiar esta localidad y Prado del Rey y pasar a cuchillo a los habitantes de ambas. Los de El Bosque huyeron al monte y el pueblo fue quemado. Los de Prado del Rey también escaparon, excepto el subdelegado, el párroco y otros dos. Gutiérrez de Piñeres salió a recibir a los franceses, los convenció de que el vecindario era pacífico y de que allí no había armas y evitó que entrasen a saco. También indica que Gutiérrez pagaba de su bolsillo varios espías que lo tenían al corriente de los movimientos del enemigo, que él se apresuraba a comunicar a las tropas españolas, mereciendo por ello la felicitación del general Ballesteros, y que en una ocasión los franceses lo sacaron de su casa con intención de fusilarlo, pero logró convencerlos de su inocencia. Según un informe emitido por el Ayuntamiento de Prado del Rey, Gutiérrez de Piñeres obsequió largamente a los jefes franceses e incluso los alojó en su propia casa, igual que hacía con las tropas españolas que llegaban al pueblo. Benítez indica que el informe más bien parece una defensa y sugiere que Gutiérrez pudo haber sido acusado de afrancesamiento [44]. El Ayuntamiento de Villamartín también emitió un informe sobre la conducta del subdelegado, probablemente con el mismo objeto que el anterior, en el que el propio Gutiérrez de Piñeres declara: Al tino y acierto con que he mantenido mi trato con los franceses, con quienes adquirí gran confianza, resultó que, encubriendo yo los destinos de nuestras tropas me franqueaban ellos sus ideas e intenciones, cuyas noticias pasaba yo rápidamente a los jefes de nuestras tropas en la sierra, quienes, sabiendo por mí las operaciones militares del enemigo, le salían al encuentro y siempre se conseguían considerables ventajas a nuestras armas [45]. El Ayuntamiento de Villamartín lo avaló asegurando que había aparentado «mucha confianza con los franceses a quienes encubría lo cierto de las cosas, y manifestaba las que les eran ordenadas por nuestros generales sobre los destinos de ellos y sus fuerzas»; y que introdujo proclamas por medio de emisarios pagados de su caudal en poblaciones que estaban ocupadas por los enemigos, «como sucedió varias veces en esta villa», y auxilió a cuantos fugitivos pasaron a Prado del Rey. ¿Hasta dónde llegó la aparente «confianza» de Gutiérrez de Piñeres con los franceses? ¿Fue ocasional o una actitud constante durante los dos años y medio de ocupación y guerra? ¿Y cómo actuaron las demás autoridades locales y el resto del vecindario? ¿También Prado del Rey sufrió en algún momento abusos por parte de las partidas españolas? Lo que aconteció en Villamartín durante el periodo de ocupación francesa y sus graves consecuencias lo conocemos, en gran medida, gracias al valioso fondo documental del su archivo municipal. De él procede también parte de la información que se ha expuesto referente a Prado del Rey, como el asunto de las octavas o la información sobre la actuación del subdelegado, pero la destrucción de los archivos pradenses en octubre de 1934 –donde desapareció, entre otros, el informe que cita Federico Benítez– impide una reconstrucción minuciosa de los acontecimientos de ese periodo[46]. Para avanzar en ese camino será necesario explorar otros archivos locales y de ámbito nacional que aporten nuevos datos sobre la propia historia de Prado del Rey. Fernando Romero Romero [Notas] 1. Grupo de Investigación «Patrimonio Documental y Bibliográfico de Andalucía y América: Fuentes para su estudio» (PAI Hum-340). 2. Sobre Villamartín durante la guerra de la Independencia, véase F. ROMERO ROMERO: Guerra de la Independencia: Villamartín, 1808-1813 (Ayuntamiento de Villamartín, 1999); F. ROMERO ROMERO: «Sobrevivir en la frontera: Villamartín 1810-1812», Humanística, 11, 1999, pp. 289-295; J. J. GÓMEZ VIDAL, J. Mª. GUTIÉRREZ LÓPEZ, L. ENRÍQUEZ JARÉN y Mª. C. REINOSO DEL RÍO: «Presencia napoleónica en Villamartín: transformación y desestructuración de una localidad de la campiña-sierra de Cádiz», en A. RAMOS SANTANA y S. MORENO TELLO (coords.): Invasión y guerra en la provincia de Cádiz, Diputación de Cádiz, 2010, pp. 349-357. 3. G.H. LOVETT: La Guerra de la Independencia y el nacimiento de la España contemporánea. Barcelona, Península, 1975, vol. 2, pp. 255-256. 4. En un trabajo reciente, Guerrero Misa resume en pocas líneas la división a la que quedó sometida la actual comarca de la sierra de Cádiz: «quedó dividida, en dos zonas fronterizas, dominadas cada una por una parte contendiente. Por un lado la campiña alta, desde Arcos, Bornos y Villamartín a Puerto Serrano y de allí a Algodonales/Zahara y a Olvera para enlazar con Ronda, en manos de los franceses (que se denominó militarmente como “Línea del Guadalete”), mientras que desde Prado del Rey-El Bosque hacia el interior (Ubrique, Benaocaz, Villaluenga y Grazalema) y de allí al campo de Gibraltar a través de Cortes y Jimena, estuvo en manos “patriotas”, aunque con ataques continuos de los imperiales, más en expediciones de “castigo” que con objeto de controlar el territorio» (L. J. GUERRERO MISA: «El marco bélico: Desarrollo de las operaciones militares en la Sierra de Cádiz durante la Guerra de la Independencia (1808-1814)», en L. J. GUERRERO MISA, F. SÍGLER SILVERA, A. MORALES BENÍTEZ, J. ROMÁN ROMÁN, M. J. CASTRO RODRÍGUEZ, H. PALOMARES BELTRÁN: Estudios sobre la Guerra de la Independencia española en la Sierra de Cádiz. Consejería de Gobernación y Justicia de la Junta de Andalucía. Dirección General de Administración Local, 2012, p. 27). 5. ARCHIVO MUNICIPAL DE VILLAMARTÍN (abreviado: AMV), Actas Capitulares (abreviado: AC), sesión de 4-2-1810; leg. nº 99 (año 1813) doc. nº 11. 6. Gazeta de Sevilla, 18-5-1810, pág. 343. 7. AMV, leg. nº 100 (año 1814) doc. nº 4. 8. ARCHIVO DE LA IGLESIA PARROQUIAL DE VILLAMARTÍN (abreviado: AIPV), Libro de Enfermería 1769-1814, f. 172. 9. Sobre la insurrección en la serranía y los sucesos de Montellano y Algodonales, véase la monografía M. HIDALGO ROMERO: Las villas de Montellano y Algodonales en la guerra de la Independencia. Autor-editor, Sevilla, 2000. 10. AMV, leg. nº 100 (año 1814) doc. nº 4. 11. J. Mª QUEIPO DE LLANO, CONDE DE TORENO: Op. cit., p. 272; J. PRIEGO LÓPEZ: Guerra de la Independencia 1808-1814, Madrid, 1972-1994, vol. 5, p. 76 y 316-317. 12. AMV, AC, sesiones de 16-6-1810, 2-7-1810 y 23-11-1810; C. MUÑOZ DE BUSTILLO ROMERO: Bayona en Andalucía: El Estado bonapartista en la Prefectura de Xerez. Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 1991, pp. 242-249 estudia las municipalidades de Jerez y El Puerto de Santa María, concluyendo que la creación de Milicias Cívicas supuso un «fracaso total» (p. 255). 13. G. H. LOVETT: Op. cit., vol. 2, p. 242. 14. AMV, AC, sesión de 27-8-1810. 15. Los colonos de Prado del Rey tributaban al Concejo de Sevilla, en cuyo término se fundó la población en 1768, una octava parte de la producción agrícola. En 1806 Villamartín ganó en la Real Chancillería de Granada el pleito que mantenía con Sevilla por la propiedad del Campo de Matrera, al que pertenecían las dehesas de Almajar y Prado del Rey, y desde entonces reclamó para sí el canon -la «octava»- que venía cobrando Sevilla. Son varios los autores que se han ocupado del a fundación de Prado del Rey. Los primeros que lo hicieron fueron Federico Benítez, que le dedicó unas páginas en el artículo «Prado del Rey. Algo de historia» (Boletín. Órgano de las Bibliotecas de Ubrique y Prado del Rey, nº 5, octubre de 1922) y Antonio Hernández Parrales, en su monografía Historia de Prado del Rey y su término (Diputación de Cádiz, 1968). Posteriormente han tratado de la fundación de Prado del Rey y su consolidación M. Defourneaux, L. Perdices Blas, A. Cabral Chamorro, F. Sígler y J. López Rubio. 16. AMV, leg. nº 100 (año 1814), doc. nº 4. 17. Gazeta de Sevilla, 5-2-1811; P. A. GIRÓN, MARQUÉS DE LAS AMARILLAS: Recuerdos (1778-1837), Pamplona, 1978-1981, vol. II, p. 285. 18. A. LYEVINS, J. M. VERDOT y P. BÉGAT: Fastes de la Légion-D'Honneur. Paris, 1847, vol. 5, p. 470; J. AMBERT: 2e Régiment de Dragons, Ex-Dragons de Condé. Lyon, 1851, pp. 20 y 25-26. 19. Correspondencia del coronel Ismert al corregidor en AMV, leg. nº 97 (año 1811) docs. 22 y 23. Copia certificada de la correspondencia del general Begines y comandantes españoles en leg. nº 100 (año 1814), doc. nº 4. 20. GRASSET: Malaga. Province française (1811-1812), Paris, Henri Charles-Lavauzelle, s/f, p. 581. A estas unidades pertenecían las tropas que, según consta en comunicación 14-10-1811 del administrador de Bienes Nacionales al corregidor, saquearon la hacienda La Granja, ubicada en las proximidades de Prado del Rey (AMV, leg. nº 97 (año 1811), doc. nº 36). 21. Expediente y documentos relativos al alistamiento de Ballesteros en AMV, leg. nº 97 (año 1811), doc. nº 11. 22. J. J. GÓMEZ VIDAL, J. Mª. GUTIÉRREZ LÓPEZ, L. ENRÍQUEZ JARÉN y Mª. C. REINOSO DEL RÍO: op. cit., p. 350. 23. J. Mª. QUEIPO DE LLANO, CONDE DE TORENO: op. cit., p. 406. 24. F. CORTINES Y MURUBE: «La guerra en Andalucía (Historia inédita del saqueo de sesenta pueblos andaluces)», Por esos mundos, nº 175, agosto 1909, p. 166. 25. GRASSET: Op. cit., pp. 408-409. 26. AMV, AC, sesión de 17-6-1812. 27. J. J. GÓMEZ VIDAL, J. Mª. GUTIÉRREZ LÓPEZ, L. ENRÍQUEZ JARÉN y Mª. C. REINOSO DEL RÍO: Op. cit. , pp. 352-353; L. J. GUERRERO MISA: Op. cit., pp. 109-111. 28. GRASSET: Op. cit., pp. 408-409. 29. J. Mª. QUEIPO DE LLANO, CONDE DE TORENO: Op. cit., pág. 406; la acción de Bornos ha sido recientemente tratada en H. PALOMARES BELTRÁN: «Victoria y derrota del general Ballesteros en Bornos: noviembre de 1811 y junio de 1812», en L. J. GUERRERO MISA, F. SÍGLER SILVERA, A. MORALES BENÍTEZ, J. ROMÁN ROMÁN, M. J. CASTRO RODRÍGUEZ, H. PALOMARES BELTRÁN: Op. cit., pp. 283-296. 30. J. R. AYMES: La guerra de la Independencia en España (1808-1814), Madrid, Siglo XXI, 1990, p. 46. 31. Los suministros a tropas españolas por los que se dieron recibos desde principios de 1810 a agosto de 1812 ascendieron a 510.917,25 reales (AMV, leg. nº 96 (año 1810), doc. nº 8). 32. Sobre las reformas fiscales bonapartistas, cfr. C. MUÑOZ DE BUSTILLO ROMERO: Op. cit., pp. 338-358. 33. AMV, leg. nº 98 (año 1812), docs. nº 25 y 29. 34. AMV, leg. nº 97 (año 1811), doc. nº 22. 35. AMV, leg. nº 98 (año 1812), doc. nº 24. 36. AMV, leg. nº 97 (año 1811), docs. nº 2 y 4. 37. AMV, leg. nº 98 (año 1812), doc. nº 24. 38. En 1809 se sembraron 9.181,5 fanegas y en 1812 solo 4.694 (AMV, leg. nº 95 (año 1809) doc. nº 11; leg. nº 98 (año 1812) doc. nº 27). Precios de raciones suministradas a tropas imperiales en AMV, leg. nº 98 (año 1812) doc. nº 29. 39. AIPV, Bautismos, libros 24 y 25; Defunciones, libro 17. 40. AMV, AC, sesión de 1-9-1812. 41. AMV, AC, sesión de 10-10-1810. 42. El texto de la jura de la constitución se ha reproducido recientemente en Lectura y juramento de la Constitución de 1812 en Villamartín. Edición facsímil y transcripción de las Actas Capitulares del Cabildo conservadas en el Archivo Municipal de Villamartín. Ayuntamiento de Villamartín, 2012. 43. F. SÍGLER SILVERA: «Política y conflicto armado en la Guerra de la Independencia en Ubrique y Benaocaz», en L. J. GUERRERO MISA, F. SÍGLER SILVERA, A. MORALES BENÍTEZ, J. ROMÁN ROMÁN, M. J. CASTRO RODRÍGUEZ, H. PALOMARES BELTRÁN: Estudios sobre la Guerra de la Independencia española en la Sierra de Cádiz. Consejería de Gobernación y Justicia de la Junta de Andalucía. Dirección General de Administración Local, 2012, pp. 162-163. 44. F. BENÍTEZ: Op. cit.; A. HERNÁNDEZ PARRALES: Op. cit., pp. 121-168 reproduce gran parte el artículo de Benítez y da por sentado que el subdelegado fue acusado de afrancesamiento. 45. AMV, AC, sesión de 8-2-1813. 46. La destrucción de los archivos locales, en F. ROMERO ROMERO: La Cultura y la Revolución. República y Guerra Civil y Prado del Rey. Ayuntamiento de Prado del Rey - Editorial Aconcagua, 2011, pp. 105-117.

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